Contamos Todas
Ha sido un verdadero honor poder compartir el espacio de escritura con mujeres tan destacadas y preparadas para la literatura, en este compendio de relatos cortos.
Par mí el título elegido significa que todas las mujeres que escribimos podemos sentirnos incluidas simbólicamente en este libro. Más aún, somos muchas las que queremos seguir contando historias.
Pertenecer o no pertenecer a Castilla y León, no fue la cuestión, sino más bien el sentido de pertenencia que nos une a esta tierra. Quizá más que a ninguna siento que me corresponde hablar de esa sensación de pertenencia que ha crecido en mí. Celia Corral, quien prologa el proyecto, ya lo resume muy bien en una palabra, cuando dice: somos 29 escritoras de cuentos breves, vinculadas a Castilla y León. Los vínculos son construcciones subjetivas, íntimas, (hayas nacido o no en este lugar tan preciado), los vínculos están imbuidos en las emociones, en las percepciones, en los sentimientos más complejos; todo está allí, lo que nos acerca y también lo que nos aleja de un lugar, y con quiénes compartimos ese espacio.
He construido un vínculo con Castilla y León y especialmente con esta hermosa ciudad de Salamanca. No ha sido fácil, pero ha sido un proceso profundo. Comencé absorbiendo la naturaleza, el paisaje, la geografía, como lo escribo en mi relato (El Último Cruce). Hice lo que mi cerebro arcaico me dictó. Y de manera simultánea fui aprehendiendo su belleza, no solo la estética de la ciudad, sino aquello que sientes que puedes hacer tuyo, porque para el alma no hay formas sino imágenes nutritivas y esenciales.
“Nuestra relación con la tierra dialoga con nuestra relación con el mundo”, dice Celia. Así ha sido para mí. Y esto me lleva al hecho de la identidad, que también menciona Celia, y que considero es un constructo dinámico, nunca estático: a lo que he sido, y a lo que mis ancestros ya me han dado, he integrado lo que ahora voy siendo.
En este punto es cuando quiero destacar que la escritura también ha jugado un papel muy importante, tanto para asimilar mi asentamiento en estas tierras, como para reconocerme en los cambios. La escritura, y la lectura de otros, son como cajas de resonancia que le van dando color y revelación a mis vivencias: la realidad sin la ficción parece estar incompleta, comentan muchos escritores y poetas, de una u otra manera. Estoy de acuerdo. Es por ello que este libro, más que necesario porque somos mujeres, ha sido un acierto porque somos escritoras. Nos hemos convertido en ese instrumento maravilloso que ondeará en los oídos de muchos, de pocos, o quizá de una sola persona, no importa…entonces tendrá sentido cada palabra escrita.
A mí como lectora también me gustaría comentar algunos temas y compartir frases subrayadas, maravillosas, que están esparcidas a lo largo del compendio, por su fondo reflexivo:
En los relatos de mis compañeras Charo Alonso y Noemí Sabugal, Las brujas de Zarapayas, y, Fanny y la Felicidad, se elige como centro temático los míticos personajes femeninos oscuros: las brujas, que por extensión son malas, putas, mujeres insurrectas, irreverentes, descarnadas cuando son movidas por el instinto; pero también sabias, con conocimientos de plantas y raíces que se convertían en remedios para muchas enfermedades; y otras interesadas por las artes, que ocuparon muchas veces lugares que solo los hombres pensaban podían tener. Sobre estos personajes femeninos se ha proyectado todo lo negativo, por lo que así ha sido más fácil poner el mal y el misterio alejado del logos, de la razón, de la lógica representada por lo masculino, aspecto psíquico del que también gozamos y padecemos.
¿Cómo puede habitar el miedo tan cerca del amor? se pregunta Susana Barragués Sainz como narradora en el relato Didáctica del Velocípedo. Y entonces entendemos la paradoja del rechazo junto a la seducción, que despliega los polimorfos aspectos de lo femenino.
Luego, aparece Las Palabras Prohibidas, el texto de Celia, el embarazo como un infierno (¡cómo se te ocurre decir eso!) : “…qué poco saben de su hondura quienes nunca se han acercado a él”, dice la narradora para poner en evidencia una experiencia difícil de conciliar para muchas mujeres. El texto desidealiza la maternidad, la limpia de banales estereotipos, la humaniza, sin pudor, a fuerza de un realismo conmovedor. Y esto mismo lo hace Silvia Pérez, en su relato Mamá pollito, cuando nos muestra a una madre agotada, desolada, vilipendiada, que termina siendo víctima de lo absurdo cuando sobreviene el posible dolor a la pérdida. En cambio, Ajo Diz En Cuclillas, narra a través de un jóven personaje masculino, en el que “un sueño y el desasosiego” lo cercan, y “la oscuridad es tan profunda que no importa que abra o cierre los ojos”. Aquí estamos en el terreno de los sueños que no quisiéramos que fueran verdad, y realidades que quisiéramos que solo fueran pesadillas…
Sucesivamente se encontrarán con otros relatos, y personajes de hombres y mujeres, que seguirán diciendo frases con un magnífica contundencia: …”Creía en los hombres, en el oscuro misterio de los hombres, que llevan dentro un templo, donde arde, mientras viven, un fuego sagrado”, de Ana Isabel Conejo en La Muerte de Ciro. Y en el Novelista Anónimo, de Isabel Bernardo, quien describe acertadamente el oficio de escribir: “Los escritores realmente no sabemos a dónde nos llevarán nuestros juegos de palabras. La literatura puede ser auxilio de nuestra suerte, o muchas veces arrastrarnos a un viaje irracional.”
Y para cerrar quiero transcribir la estrofa de un poema que también ha tenido grandes ondulaciones en la valoración de mi vida en Castilla y León:
Agitadas como el corazón de un ave,
temblando sobre húmeda pizarra,
confiando como abejas en la boca,
así amamos las de esta tierra,
con el cuerpo franco y hondo,
vencidas por la luz las espesuras.
Maribel Andrés Llamero
“Autobús de Fermoselle”
Agradezco enormemente esta experiencia.
Excelente articulo , muy interesante todo el contenido .