Migración / Movimiento

Migrar moviliza nuestra psique, y viceversa: la esencia psíquica es dinámica, nos lleva al cambio, aún cuando nos quedemos en un mismo lugar; e incluso sin una completa conciencia de los motivos.

En cualquier nueva experiencia tendremos más interrogantes que aclaraciones; hasta que podamos asimilarla, y hasta que la razón se ilumine. Comprender todo lo que hay tras una decisión puede ser muy doloroso, o complejo, es por ello que requiere tiempo, no cronológico, sino el tiempo de la asimilación: indeterminado, particular. Es el tempo de la psique, que llega cuando se está dispuesto a esa verdad. Mientras tanto es necesario tolerar la incertidumbre.

Aún cuando la vida cotidiana que hemos logrado estructurar nos aloja en esa sensación de estabilidad, que tanto anhelamos y requerimos, el fluente psíquico siempre está gestando el cambio, la búsqueda de un equilibrio (homeostasis), que nos puede llevar a lugares desconocidos. Y cuando la necesidad de desarrollo es manifiesta, entonces se materializa en una decisión.

Lo que vivimos, para bien o para mal, contribuye grandemente a este rodaje psicológico, aunque también nos puede estancar. Lo vemos por ejemplo con las experiencias traumáticas, el bloqueo ante la adversidad; o el apego a la seguridad y control del ambiente donde nos establecemos; o la resistencia al cambio basada en esquemas inamovibles, o puntos de honor. Es por ello que muchas veces necesitamos un acompañamiento (psicoterapia) y el empuje o acogida de otros (red de apoyo).

No es fácil renunciar a lo que hemos conocido; ni a lo que la cultura, inclusive nuestro instinto, nos han enseñado a conseguir como principal objetivo de vida: la casa. Sin embargo, la propia evolución del mundo interior, y las contingencias, quizá nos lleven a comprender que la casa, definida como hogar, eres tú mismo, junto a aquellos que hayas decidido amar: hijos, nietos, amigos, pareja; o a quienes elijas como compañeros de vida, donde quiera que estés.

A veces la casa se tiene que mover, y los cimientos sufren. A veces la casa no la podemos mover, y los cimientos igualmente sufren. Pero podemos encontrar la manera de compensar el sufrimiento, y seguir adelante.

C.G. Jung llamó Individuación a este proceso dinámico, psíquico y transformador de la personalidad: vivir en función de la expresión máxima de la esencia personal y única. Esto nos acercará a la humanidad, propia y del otro, independientemente de la cultura, y de lo que ya conocíamos. Hacer consciencia de este principio esencial de la vida psicológica contribuirá al ajuste e integración en otras geografías.

Migrar nos pone al rojo vivo los procesos de cambio psicológico. Nos fuerza a vernos desde adentro. La renuncia a los referentes conocidos nos coloca emocionalmente en un vacío; en la desolación de un desierto, desorientados. Y se ponen a prueba no solo nuestras capacidades yoicas, sino el recorrido arriesgado por todos aquellos pozos interiores, propios, que habíamos cubierto de ramas, e incluso de flores, para no asomarnos a su abismo. La migración nos coloca frente a un espejo que nos reta: es la confrontación con la disolución de la casa física y emocional, la geografía conocida, el frío vertiginoso en el cuerpo, y el abordaje de lo nuevo, de lo distinto.

Pero, ¿qué podemos hacer mientras ocurren estos continuos cambios?

Acompáñeme a reflexionar sobre este tema y muchos más, en este espacio sin piso, en la urgencia de este tiempo sin tiempo para el psiquear: proceso de hacernos a nosotros mismos: hacer alma.

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